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No existen las palabras para atrapar ese momento fugaz en que se abren las compuertas del avión y el abismo terrícola te brinca sobre los ojos como un cubo de agua fría. Ahora tengo que saltar, piensas y sientes cada uno de tus músculos cobrar la consistencia de un río, del agua que se escurre entre los dedos de la mano. Pero no hay vuelta atrás; has estado todo el día esperando, cavilando, sopesando los pros y los contras, y ahora se te manifiesta el inherente riesgo que no pudiste ver desde la superficie planetaria de tu hogar.
Nada, arqueas la espalda y abres bien los ojos y entonces… saltas al abismo!