2.1.09
Entre dos años, deseos o pesadillas…
son dos personalidades peleándose
por un cuerpo debatido entre
el ebrio estanque de la inopia
y el insalubre tufo a postrimería
mañana regreso y me comeré las sobras
30.12.08
carta al terapista del Temponauta
Frances,
Anoche entré en el baño a las tantas de la madrugada y enseguida que me ví en el espejo tuve una desas sensaciones, deya vú le llaman, creo. O sea, en el sentido de que es algo insólito, pero insignificante, irrelevante y extraordinario a la vez. ¿Sabes de lo questoy hablando? Pues mira, caso personal; de repente tengo un vivo recuerdo de haber dicho algo en voz alta pero, que aunquestoy solo, acabo de oler, ver y sentir a una segunda persona junto a mí, a otro cuerpo. Lo que quiere decir que lestoy hablando a alguien más questaquí, al-laíto mío, pero que soy yo, que sigo siendo yo mismo, el que mestoy hablando. Por supuesto que como somos dos entes distintos, pues no podemos leernos las mentes y por ende le digo lo questoy pensando, porque sino no mentiendo. Yo mismo. ¿Mexplico? La presencia de otro siempre es contundente, punto, aunquesté de mente ausente, lo físico siempre se impone. ¿Qué uno hace cuando ese otro es uno y el mismo questá ahí, a mi lado. ¡Wuóu! Qué sensación más extraña ésa, Frances, recordar que me acabo de hablar en voz alta a mí mismo, pero como si fuera otro, tal vez como lo que algunos llamen uno desos… ¿vuelos astrales? Aclarando que no es una experiencia tan profunda como lo que suele implicar esa palabra ‘astral’. Sigue siendo algo mucho más prosaico, más pedestre, hasta vulgar de cierta manera. Obsceno casi, un desdoblamiento como ése... ¿Sí mentiendes?
Entonces pues, si hubiese sido algo único, una sola vez, pero lo peor del caso es que me volvió a suceder al poco rato, cuando estaba lavando los platos. Estaba de lo más tranquilo enjabonando ollas y platos cuando algo me interrumpió, o mejor, alguien. Cuando me volví hacia la fuente de la distracción, era yo mismo. Ahí estaba parado junto a mí, fumándome un cigarrillo lo más campante, como si nada, como si esto de ver mi reflejo fuera de un espejo fuese ocurrencia diaria, cotidiana, y me miraba yo mismo con una mirada muy peculiar, muy críptica. Por eso fue que me pregunté en voz alta, “cómo, qué dices”, al yo questaba parado allí junto a mí ante el fregadero. La sorpresa de re-encontrarme otra vez, en tan poco tiempo, me sonsacó, me confundió, promiscuyó mis sentidos de forma orgiástica y en cierta manera, anti-climática. No espere a que mi otro yo contestara. Cerré el grifo y me fui a buscar la ropa que tenía que lavar. Agarré el londri y lo llevé a la parta de atrás del sótano, dondestán las máquinas, inserté las pesetas y en cuanto salió el primer chorro de agua, ahí estaba yo otra vez. Ya esto era el colmo, ya mestaba persiguiendo yo mismo; la proverbial perse en evidencia, hecha carne y hueso, de mi carne y hueso.
Regresé al apartamento y me quedé pensando; había algo en aquellas tres instancias de desdoblamiento corporal que saltaba de la página, por así decirlo, y me llamaba latención. Por un minuto, sólo por un minuto, consideré la posibilidad, o tal vez la probabilidad, de que todo eso tuviera que ver con el agua. En las tres ocasiones había estado junto a un chorro de agua de una forma u otra. ¿Tendría eso algo que ver? ¿Contenía el agua la respuesta al misterio de mis reflejos en vivo, vía satélite y a todo color? Este denominador común suscitó en mí gran interés; en cuanto afloró en mi mente no pude contener sucesivas asociaciones sobre la naturaleza desa molécula: su densidad aumenta en estado líquido, por eso flota cuando congelada, además de ser el principal componente de la vida, de carácter vital para nuestra existencia…
La memoria juega conmigo sin misericordia – a veces no sé si he escrito esto ya unas cuantas veces a causa de que esta computadora está malita y se apaga constantemente, o sino porque he saltado pa’lante y pa’trás en el tiempo, mientras dormía y me desvelaba a la vez. Asímismo no recuerdo en realidad escribir tanto; la primera vez que me levanté insomne de la cama la encontré terminada (en su estado actual) en la pantalla de la compu. No he cambiado ni siquiera un sólo símbolo de puntuación. Hecho irrelevante para sus propósitos, pero curioso igual. Opacado del saque por el otro hecho más contundente: ahí estoy yo acostado sobre el sofá, al lado de la mesa, roncando como una bestia de matadero. Puro sueño, tipo quinto, eso era obvio. Lo que más me impactó fue la calidad del ruido, del propio ronquido, flemático y seco a la vez. Tan real y fuera de mí, sin embargo ése era yo tirado en el sofá durmiendo, roncando, meneándose inquieto en la hamaca de Morfeo.
Pero divago, Frances, porque lo importante es que cuando me vi allí en el sofá, vestido con la misma ropa, pues lo del agua caducó. No sólo eso, sino que además la cosa empezaba a ocurrir con más frecuencia. Apenas habían pasado unas horas desde que me ví por primera vez detrás de mí en el espejo del baño. Toda la situación me causó un leve dolor de cabeza, una especie de mareo sazonado con vértigo que me pulsaba sobre las sienes sudadas. Confundido y drenado de toda energía, me volví a acostar, quedándome dormido casi inmediatamente. No recuerdo exactamente qué fue lo que soñé esa noche, pero sí recuerdo levantarme ajorado tarde en la mañana, con el sol en alto y el pelo emplastado de sudor. Tenía la impresión de haber viajado, como cuando uno se queda dormido en un tren, una guagua o un avión y te levantas miles de millas de donde te quedaste dormido. No sé si eso tiene sentido, pero así fue y así te lo cuento. Necesito saber qué piensas de todo esto porque la cosa no se acabó ahí.
Han pasado ya un par de semanas y las ocurrencias han continuado, multiplicándose y aumentando en intensidad y duración. Las últimas veces me ha ocurrido en público; a veces me veo en la parte de atrás de una guagua, o al otro lado de una vitrina comercial o sentado en la barra de un establecimiento mientras desayuno o almuerzo con amistades. A veces escucho ruidos afuera de mi casa y cuando me asomo por la ventana me veo alejándome cabizbajo por la acera. Hace unos días atrás hasta me llamó Bela a pedirme que por favor deje de comportarme como un sayco, que la deje tranquila ya, que no me pasee por los predios de su edificio y que no vuelva a preguntar por ella en el trabajo. Créeme Frances, no soy yo – o bueno, sí, lo soy supongo, pero no éste yo, sino el otro. Lo mismo me pasó con mi viejo. Cuando lo fui a visitar el otro día lo primero que hizo fue preguntarme que qué se me había olvidado, por qué había regresado. Me quedé atónito, incrédulo, aterrado. El tipo ya empezó a interactuar con la gente en mi vida y no sé qué hacer.
Plís, llámame en cuanto leas esto pa’que me digas cuando puedo pasar por tu oficina para una cita. Temo que cuando me vuelva a encontrar no sepa controlarme y cometa alguna estupidez. Espero que me puedas ver pronto, antes de que sea muy tarde…
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