Ni si quiera fue una noche completa
nomás un par de horas, el amplio sofá,
sudor y crepúsculo, aliento y cejas arqueadas
una típica tarde en la costa norte de chicago
Si el lago no fuera de agua fresca, nos traería
el sabroso salitre entre las persianas
(tengo esa mala costumbre, me lo quiero llevar
todo a los trópicos para sentir el azote del sol)
He visto atardeceres estremecedores en el medio de la nada
escuelas del siglo pasado colapsando en cámara lenta
al lado de la carretera, he respirado las costas de los grandes
lagos y contemplado la luna llena sobre sus quietas aguas
He llegado al final de la calle y me he quedado pensativo
me he sentado en un tronco en medio del bosque de abetos
y he tomado de un riachuelo rocalloso el agua más cristalina
que he visto en medio siglo, y me he lanzado desde las cumbres
pedregosas a las gélidas aguas de los lares norteños del medioeste
Pero nada le roba la angustia a esa noche incompleta
varado en la estación de la guagua cuando tú
sin ton ni son me dices, pues vamos, vente conmigo
justo antes de que se cierre la puerta, puf!, y despega
la imaginación entremezclada con memorias
y sueños de harapos y vientos alicios acariciando
las esquinas que dejamos sin doblar, para que haya
algo que nos llene con la emoción de la anticipación
será por eso que la luna se ríe de mí, plena y voraz,
llena de la luz que te llevaste a saber dónde...