Continuamos con las crónicas de los naipes echados a un lado por bandoleros de cuchilla fácil, y endeudados con este Standard Stik color rojo:
Ugh, Nataniel sigue luchando contra los vampiros misteriosos llamados Alonso que socavan nuestro terruño y nuestro pequeño sistema solareño, a tres clicks del sol y cuatro de Júpiter. Nata se desenvuelve en nuestro mundo como una sombra cuajada en una cocina de segunda y mira con ojos penetrantes, negro azabache. Su voz es una compulsión emocionada y estilizada; ''Oye, Rafael, sabes qué, esto te va a gustar, mi abuelo se llamaba Rafael, mi papá se llama Rafael y mi hermano, que murió ya, también se llamaba Rafael''. Que tierno el vidente... le gustan los nenes, sospecho, por eso es que se pasa horas en las duchas con ese chorro de viejos tragaextintores (es cierto, uno de ellos se comió un extintor y salió disparado cuando apretó el gatillo del extintor). A veces se asoma por la ventanita de la puerta que da a las duchas y tiene una sonrisa socarrona. Asusta el nene.
Julio Castro, en cambio, es un pichón de apenas 90 libras y tiene la piel paspada y escascarada. Todas las mañanas la enfermera le pasa una cremita para tratar tan extraña condición. Parece desaparecer ante tus propios ojos. Camino a lo largo del pasillo constantemente, como si sopesara una cuestión determinante, a mi lado, mientras yo leo las historias extravagantes de Cipolla. Es un gusarapo raro, inofensivo y dulzón. Se lo deben comer vivo en las duchas -- y yo, hace cuánto no me baño? Pero es que es tan rarito el pobre; muy a la Hombre Mirando al Sudeste. Callado y pensativo. Hay cosas incomprensibles sucediendo detrás de esos dos pozos negros. Lo sé porque ahorita me dijo ''hace poquito pensé que estaba en otro mundo''. Pero cuando le pregunté que elaborara a qué se refería no me contestó. Me quedé pensando de qué otro mundo podría estar hablando Julio, pero lo único que dice es: ''¿Ése es tu libro?'', refiriéndose al de Cipolla. Sí, repuse confundido. Nata rápido metió la cuchara y me preguntó si me gustaba más el pan Holsum o el Pepín. Yo contesté Pepín y me dijo que eso estaba muy bien, porque el pan Pepín era la clase de biología y el Holsum la de economía y el pan me iba a permitir acabar mis estudios universitarios. ''Sigue comiendo pan pa que puedas enseñar, oquey?''
Combusti fuere, como dictaron los señores de Florencia en torno a los falsificadores de monedas del Siglo XIV -- así pues, con estos falsificadores de almas, y falsificadores de identidades hospìtalarias y estrafalarias, de natalidades solapadas y de historicidad suicida. Todos aquí somos historicidas de una manera u otra, a mayor o menor grado derribamos los incómodos hechos como carimbos en un inconsciente adormecido por las pastillas en boga del momento. Nunca había visto tanto Univisión, ni a tan alto volumen -- qué horror!! ¿Sabremos algunos aquí lo que quiere decir eso?
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