25.10.08
Templo
El Instituto Internacional de la Temponáutica Multiversal es un edificio como cualquier otro. Bueno, casi. Para el ojo adiestrado, las señales están ahí, al alcanze de la vista. No hace falta tanta secretividad ni tanto camuflaje, no importa quién se entere de lo que sucede detrás de sus puertas. De manera sorprendente, la entrada principal está siempre abierta, veinticuatro siete.
Esto se debe a dos razones, por un lado ofrece servicios hospitalarios de tercera y por otro, controla el dispositivo temponáutico más potente de éste y los otros universos que colindan con el nuestro. Pero para apreciar la magnitud del aparato, para poder maravillarse ante la compleja maquinaria que impulsa el tiempo y lo sujeta a nuestra manipulación, habría que repasar media docena de rigurosos tratados sobre la física cuántica y el electromagnetismo, sin mencionar ciertos aspectos de las leyes gravitacionales (ahí, ya, lo dije, no se trata de una sola ley de la gravedad, sino múltiples leyes que entran en vigencia según la presencia de combinaciones de ciertos factores exteriores…)
Regresemnos a lo que nos atañe, al aparato. Nadie se preocupa por quién entre o salga del Instituto porque tienen a su disposición el recurso más veloz de regresar a cualquier punto del tiempo, ya sean los fijados en el pasado, o los que se ramifican ante nosotros en dirección de uno de los futuros posibles. Ya no quedamos tantos de los que podemos operar en múltiples dimensiones simultáneamente. De hecho, hace tiempo que no veo ni a Liza ni a Jarol, los otros dos que yo conocía personalmente.Demás está suponer que sin lugar a dudas ello se debe a lo que sucede en ese maldito edificio. Pero no se puede vencer al que tiene el tiempo agarrado por los proverbiales cuernos, no se puede derrotar al que ha superado el tiempo.
Sin embargo, eso no quiere decir que yo no lo vaya a intentar…
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