25.11.13
la maldición del reloj
para entender la tiranía del reloj, primero hay que repasar el contexto de su latifundio; el matre es una balsa que flota en el mar de una alfombra asquerosa, al derredor los restos de una malavida componen un archipiélago de bultos y cajas llenas de recuerdos y disparates, y por último el gato merodea como una tintorera - cada uno de sus dientes representa una decisión desacertada;
la mano larga es un remo inútil,
la corta, una navaja roma, tu cuchilla suiza
los números consienten el remolino que todo lo traga
llueve a las 4:21 y lamentas el minuto desapercibido
a las 5 y pico olvidas el dolor y te incorporas
el sueño ya no existe y te rindes, imposible recobrarlo
cuando vienes a ver, ya lo que queda de la lluvia es el ruido de las goteras y un rumor de hojas caídas al otro lado de la entrada, el olor a café es unánime pero inconsecuente, un desayuno ahora es lo más absurdo que se te ocurre y optas por el hipnótico ronroneo que imaginas emana del corazón del ordenador, pero que en realidad surje de lo más íntimo del felino adormecido al pie del escritorio
hoy es mañana, mañana es otra paja mental y ayer siempre vence sobre el optimismo idiótico que le asignas al futuro imperfecto; las manos se cruzan, los segundos se tropiezan unos con otros y los minutos son el murmullo interminable de todo lo que te elude porque no estabas prestando atención cuando dieron las instrucciones, las horas - sospechas - son los átomos de un universo finito y los días son las moléculas de tantas veces que confundiste la intención con la reacción. la repetición es una condena y los meses son las barras que te encierran.
entonces la estructura pierde su forma coherente
masa y materia son decisiones hechas por mayoría de votos
la energía es el espíritu de la letra, el lenguaje,
una manera de medirlo todo sin compromiso
para entender cómo es que se acaba todo, primero tienes que saldar la cuenta - maldita sea, no hay ventanas en el baño y aunque hay dos entradas, o salidas, no hay escapatoria. una vez más te ves obligado a dejarlo todo sobre la mesa. al fin y al cabo llegas a un entendimiento que te ilumina como un relámpago: cada vez que pensabas que estabas comenzando de nuevo desde cero, en realidad estabas continuando desde cero. el trueno lo aclara todo: el fin no es más que otra ilusión.
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