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5.9.14

emilia



Las palabras llegaron al tercer día
el roce desde mucho antes --
quiero que sepas a quenepa
a manzana, a árbol de navidad.

Pero cuando el sol se esconda,
como suele suceder
y no pare de llover, entonces
es hora de volver
de sentarse
de prevenir que se moje
la madera; el fuego es obligatorio

el fuego no cede
sino crepita
salta
agrede

luego, Emilia.
así, con punto final,
porque por más fuego
que tuvieran sus ojos,
el momento de la quemadura
fue fugaz
mordaz
inclemente
como suelen ser los fuegos
en los putos cielos

lo peor de todo
es que no me dejó ir,
no me soltó. su voz
compuso el hechizo
del no poder moverme
del no poder zafarme

sacudirme
escapar

tal es la dicha del viajero
del caminante
del que simplemente pasa por ahí
y se tropieza con una ilusión primitiva
antigua
de un pretérito imperfecto
cautivo por la frescura
de un semblante claro
sereno y final

hoy no podemos entretener al tedio
de la soledad, hoy ya es tarde
para volver a empezar.
el comienzo quedó diluido
por el constante movimiento

si tan solo hubiese una pared
una muralla
un final
un lugar en el cual restrallarme
y descansar sobre el color de sus ojos

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