Son dos, quizás tres se
gundos, no más, nunca más
deso, porque no toma más tiempo que eso para cambiar la vida, para que se inviertan los espacios, los valores, las cosas, el mundo
volcado y revolcado al revés en lo que te tardas en tomar una decisión, o más bien, asumir la decisión – igual estuviste otros tres segundos debatiéndote entre una y la otra, o tres años, da igual – la decisión tomada abarca la totalidad de lo que nos rodea, y a veces lo sigue por ahí insinuándose y transformando lo inanimado con antelación a nuestros pasos, porque una decisión siempre implica un viaje, una ruta, una trayectoria que a su vez podría pedir, y lo más seguro requiera, decisiones adicionales, complementarias, suplementarias, inevitables, en fin, otros andares, otros pasajes, otras ondas expansivas a la vuelta redonda…
la metafísica del Temponauta
el Temponauta en estado de 'mosca', no de gracia
...y así fueron, dos –bueno, oquey, quizás tres– segundos desde que aquellas palabras se alzaron con el viento, mentira, porque no soplaba ni la más pusilánime brisa posible por ningún recoveco, entre ninguna reja, a lo largo de ninguna calle, lo que sí había era aire muerto, varado, reciclado tal vez, pero con un sosiego gaseoso tan exagerado que prevalecía una pereza insólita e inusual en el recinto entero, por supuesto, las tres palabras rompieron el silencio y el aire, despertando de su desmayo desbocado, comenzó a circular sin prisa ni ganas, entonces sucedieron más voces, ajenas, vecinas, desatadas del encanto mudo, al parecer, por esas tres palabras y la pregunta que formularon...
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